martes, 13 de octubre de 2015

MÁS ACÁ Y MÁS ALLÁ DE LO REAL, SE TRATA DE CONSTRUCCIÓN Y REVOLUCIÓN





A mi psicólogo en su día.

“Respirá profundo, así fluye el inconsciente”, habilita él apenas me siento, a veces cansada de pedalear, otras veces cansada de mambos y otras veces de ambas cosas. Ahí abro yo la jaula de mis fantasmas, ahí desarrollamos tácticas y estrategias de tiro al blanco a los temibles monstruos. Pero si algo me enseñó él es que para darles justo se necesita tiempo.
“El deseo es el deseo del otro” vuelve a decirme cada tanto, algo que nunca sé si definitivamente logro entender. “Cada tanto” es cuando me meto en problemas, hombres me significa generalmente problemas. Yo largo el rollo en cuotas, aunque él  desde mi segunda palabra ya saca la ficha. Y aunque él sea hombre, me ayuda a encontrar la fortaleza de una mujer convencida de que las cosas no deberían ser como son, pero que entiende que todo se construye, inclusive la propia realidad.
Él me ayuda a desenrollar el alambre de púas en el que mi masoquismo emocional me enrieda, yo trato de juntarlo ordenadamente, aunque no sea lo mío, casi siempre termino pinchándome y lastimándome con sus espinas. Pero ahí está él para decirme “como decía Marx el movimiento es contradicción” y explicarme que me pasan esas cosas porque me muevo intentando avanzar, seguir, sacarme el alambre, llegar al centro laberíntico de las púas y encontrar el tesoro.
“Del pecado concebida” dice y sonríe. ¡Qué difícil! pienso yo, son siglos y siglos de opresión hacia mujeres. Más novela familiar, muchas mujeres, secretos, dolor, humillación, mandatos y enfermedades. Y  la infaltable CULPA, qué difícil desandar eso y recuperar el deseo. Pero también pienso en cambiar el mundo de raíz, en destruir el capitalismo y el patriarcado, etc. Tareas nada fáciles nos dirá la historia regada de sangre de aquellas y aquellos que lo intentaron y que lo intentan hoy. Y como la historia es la historia de la lucha de clases y así mismo la historia personal es parte de la historia de aquellos que nos engendraron en las raíces de las hojas que somos hoy,  de la lucha interior entre todo lo que no queremos de esa historia que nos fluye en las venas y en impensados gestos contra lo que pensamos que nos gustaría ser y hacer, se trata de construir, deconstruir y reconstruir.
Cambiar el mundo y cambiar tu mundo. Así me ayudó a entenderlo él. Pero como el tiempo me apresura, en esos intentos a veces me equivoco, y con acciones impulsivas me inmolo, otras veces me tienta el foquismo, voy y muero románticamente en soledad, algo a mi masoquismo victimizante le encanta.
Él trata de  traerme a las tareas previas, a las tareas en tiempos de pasividad de las que habla Lenin, a veces toma a Trotsky para ver si me convence más de construirme como dirigente del vapor de mi propia caldera, así no terminan mis ganas y mis ideas dispersas en la entropía de mi universo y yo ahogada en el caos.
 Lo que él sabe, no lo sabe solo de la pila de libros de sus bibliotecas, él también ha sacado conclusiones de sus propias vivencias. Y a mí me gusta escuchar, porque me siento orgullosa de que mi psicólogo no sea “mudo”, que me cuente historias lejanas y no tanto, de luchas populares, de trabajos complicados, de fábricas tomadas y de facultades tomadas, de errores y de aciertos. Sus historias de libros también me gustan, me llevan a  autores, libros, textos de lo más diversos. Y esas cosas me llevan a pensarme de diferente manera, soy la mujer castrada, soy la dialéctica, soy un Cronopio disfrazada de Fama, que no pierde las Esperanzas.
Él es un lector, que lee donde soy lo que no pienso, me ayuda a que lea eso también para que piense si quiero seguir escribiendo lo mismo o quiero dibujar los trazos de la canción más hermosa y bailarla hasta caer. Para volver a levantarme,  seguir danzando y construyendo un camino que si tiene piedras que sean preciosas, que si tiene obstáculos que sirvan para la barricada, que si tiene bombas que sean las que tire para combatir a quién me quiera hacer de amo.
Y yo trato de hacer mi parte, pero no puedo dejar de reconocer su trabajo durante este último año.

Gracias al psicólogo y luchador que me abre la puerta cada semana, por su compromiso, su escucha y sus historias.

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