martes, 19 de abril de 2016

LAS COINCIDENCIAS, LAS CASUALIDADES ¿SERÁN CONEXIONES INTERSUBJETIVAS E INCONSCIENTES?

Volví por la necesidad de imaginar más, un poco más y navegar en la rutina que me ahoga. El H en un momento dice algo de Girondo, pero no me puedo acordar qué, algo de la racionalidad. No me acuerdo porque en ese momento yo me puse a pensar que yo estaba leyendo a Girondo el día anterior. Lo mismo me pasó una vez hace más o menos un año, en el que yo había leído algo de Mariátegui por el aniversario de su muerte y fui al sillón de David no sé con qué mambo y él me largó una frase de Mariátegui que no escuché por estar pensando más en la casualidad que en el contenido.
Entonces esa obra de arte de la oreja pintada sobre la cabeza del licenciado escuchador me viene a la cabeza junto con la frase que dice que no sé cuánto porcentaje de comprensión u observación en nuestro inconsciente  es al entorno que nos rodea más que a lo que hacemos y vemos alrededor conscientemente.
Yo escucho, me gusta, pero también tengo una gran facilidad para aturdirme y ahí ya no quiero escuchar nada y pienso que la soledad es lo mejor que me puede pasar. Bueno, vuelvo, me gusta escuchar así que tuve la suerte de llegar a la escuela de cuentacuentos un día en que había tarea, la tarea de contar (no, números no, cuentos tampoco por hoy) una historia y cómo me gustan las historias de la gente. Contaron varias, mujeres, éramos mayoría como siempre, y tenemos tantas historias para contar como gametas en los ovarios antes de nacer, es más creo que cada ovocito es una historia aunque muera.
 Muerte, eso me recuerda que el lacaniano me mandó una cita de una junguiana, la que corre con los lobos, era algo de saber distinguir constantemente entre lo que debe morir y lo que debe vivir en nosotras y dejar que así sea. Y ahí me emocioné porque otra vez me encapsuló la casualidad, la casualidad de que esa misma frase me impactó cuando la leí por primera vez y luego quise mandársela  a Alicia para su cumpleaños y no la encontré en el libro. Bueno, yo pensé en esa frase, la pienso todo el tiempo, pero al parecer no me hizo el "click" cognitivo, porque entiendo pero no tengo “comprensión espiritual” para ser políticamente correcta conmigo misma y hacer lo que tengo que hacer porque siento que así tiene que ser cuando debe ser.
Ellas fueron hablando, siempre historias donde el amor es parte, historias de otras mujeres, trabajadoras, aguerridas que enfrentan la hostilidad machista dónde sea que les toque nacer, historias de colectivos, de amores secretos que se confiesan en momentos de casualidad donde la vida los vuelve a encontrar, aunque se haya ido casi la vida entera, se encuentran para decirle a ella que “es como una flor de campo, porque aunque nadie la riegue se conserva hermosa”. Otra sobre una abuela, las historias de abuelas casi siempre siempre implican amor. Y ahí me emocioné mucho, tanto como esa niña de 15 años con un vestido hermoso por la que los chicos hacían fila para danzar y poner sus manos en su espalda aunque sea esa noche y nada más, esa niña que entra por primera vez al teatro Colón y muchas décadas más tarde le cuenta esa historia a su nieta, a la que no reconoce, con el mismo inmutable brillo en sus ojos, el brillo que el Alzehimer no logró apagar.
Y cada historia me emocionó, porque soy muy sensible, porque amo conmoverme con cosas sencillas y complejas, esa cosa dialéctica, contradictoria como la voz de las mujeres, como una telaraña que la alimaña tejió sin pensar, como el aroma de un mandarino y como dibujo de una niña que se vuelven arte para mi. Digo arte y pienso cómo puede ser tan desgarradoramente hermoso, pero como estoy estudiando para la facultad ya sé porqué, más vale que las neuronas espejos tiene algo que ver, algo que ver y sentir… y ahora les digo con una voz de intelectual lo siguiente: “El arte busca una “comunicación intersubjetiva” que implica motivaciones y emociones en armonía con la razón. La “empatía estética” se explicaría sobre la base de una “imitación interior”, que toma un lugar en mi conciencia solamente para el objeto observado, en este caso una obra de arte, y la reacción que tenemos ante ella, la imitación estética. (…)Este mecanismo de simulación motor junto con la respuesta emocional que evoca es crucial para la experiencia estética de observación de obras de arte: incluso una imagen estática pero animada en una obra evoca una simulación en el cerebro del observador de esa obra y esta simulación es más evidente cuando también hay sensaciones y emociones.” Lo mismo ocurre con la escucha y la vista cuando se contempla un poema, un escrito, una película, una canción, la música, es igual pero diferente.
Y ahí pienso otra vez en Girondo que ayer me dijo que solo se puede vivir mirando desde lo sublime, sublimando y de la sublimidad. Es que las pequeñas cosas son tan grandes en realidad que me estremecen el estómago. Y leo de causalidad que Oliverio dice “abrir las canillas, las compuertas del llanto. Empaparnos el alma, la camiseta, inundar las veredas y los paseos y salvarnos a nados de nuestro llanto.” Dice en una parte “asistir a los cursos de antropología llorando” eso me recuerda al concepto de extrañamiento y sus técnicas  practicadas por los antropólogos para sus investigaciones, es un buen ejercicio porque  así te liberas, te reís del colectivo que se te pasó, de la calle con barro, del adoquín suelto, del viento que no te deja caminar, de las preguntas inocentes de los niños y niñas, te extrañas para hacerte el mayor espectador de historias ajenas y propias, llenas de cotidianidad y tan corrientes que se vuelven extraordinarias.
Yo fuí por las voces, por las historias comunes de las personas, porque quiero transmitir las locuras del mundo,  por la sencillez de un escarabajo y porque una aprende a ser “flor de campo” y a hacer de esa su filosofía de vida para conservarse al menos viviente, aunque  ansíe unas gotas sublimes de lluvia de vez en cuando.